martes, 16 de julio de 2013

Prometo solemnemente no cortarme el flequillo (PARTE 1).

Últimamente no hago más que fastidiarla con el asunto de los cortes de pelo. En Nochevieja Joanna me montó un "cirio monumental" porque llegué a casa con el pelo acabado de cortar, bueno más bien de rapar. Y es que resulta que mi peluquera, hartita de planchar melenas y hacer recogidos varios durante toda la mañana, pensó que sería una buena idea cortarme el pelo a lo teniente O'Neil (no tanto pero casi).

Me habían citado a las 12:00h y salía de allí a las 15:00h, "matà de hambre" y medio calva. Aunque lo peor estaba por llegar: 30 minutos de llorera máxima porque "te has cortado demasiado el pelo y no me gusta, es de chico". A mi tampoco me gustaba mucho, pero jolín, que sólo era pelo y el pelo crece!.


Mi estómago vacío y mi cabreo por haber perdido 3 horas en la peluquería, unidos a aquella pataleta eran demasiado para mí. No me quedó otra alternativa, e hice lo que tenía que hacer: comerme un bocadillo de jamón, endosarle la niña a Rober y HACERME UNA SIESTA.

Normalmente las siestas me suelen funcionar. Dejo dormitar mi "mala leche" un rato y me levanto mucho mejor. Pero estaba claro que ese no era mi día, al menos no de momento. Me miré en el espejo del baño casi esperando lo peor... El poco pelo que me quedaba se había aplastado por un lado y me plantaba cara por el otro. Culpa de la laca!. Ya le dije que no me pusiera!.


Me estaba volviendo a agobiar. Ya era demasiado tarde para una segunda siesta. Pero aún me quedaba un as en la manga: una DUCHA BIEN LARGA. Aleluya!!! Se obró el milagro. El vapor había conseguido domar un poco aquellos "pelos-antisistema". Ahora sí, podía continuar con mi vida...

Ese día tocaba emperifollarse, así que me puse manos a la obra y saqué mi bolsita de maquillaje. Joanna tiene un sexto sentido que detecta en microsegundos si estoy utilizando algún producto de cosmética y, sin darme cuenta, la tenía plantada a mi lado, observando y preguntando, preguntando, preguntando... Le encanta que saque esa bolsita!.

Más o menos 10 minutos después, ya estaba lista. Sólo me faltaba colocarme mi nuevo vestido black&white del H&M. Sin darme cuenta, el buen humor había vuelto. Bienvenido viejo amigo!. Aunque no llevaba tacones, el vestido y el maquillaje me habían sumado muchos "joanna-puntos" y mi chica tampoco estaba ya enfadada conmigo. Entonces y sólo entonces, Rober suspiró profundo, aliviado, porque por fin volvía la paz...

OH MY CURL!



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