"Yo no soy buena ama de casa, no me gusta nada, prefiero mil veces trabajar a limpiar el polvo"
Desde que nos casamos, hemos pagado para que vinieran a limpiar. Siempre he considerado el trabajo doméstico una gran pérdida de tiempo, así que para mi, delegar esa tarea en otra persona ha sido, hasta ahora, una inversión totalmente justificada.
Pero como suele ocurrir, cuando las circunstancias cambian, también cambia tu forma de ver las cosas. Porque los humanos tenemos ese maravilloso proceso cognitivo de la "percepción selectiva de información" que básicamente nos hace quedarnos con una pequeña parte de la realidad, desechando el resto.
Un día sacas números y te das cuenta de que no te vas a poder ir de vacaciones de verano si no te apretas el cinturón. Y te agobias claro, porque, de qué gasto vas a prescindir si son todos ab-so-lu-ta-men-te necesarios e irreemplazables. Qué culpa tengo yo si Amancio Ortega se empeña en obligarme a cambiar mi fondo de armario cada temporada.
Y en ese momento de debilidad tu pareja te dice - "Pues limpiamos nosotros" y tú le dices que sí.
Le dices que sí, mientras piensas que no vais a durar ni un mes limpiando los sábados y domingos, que son los únicos días de la semana en los que tenéis algo de tiempo para dedicar a la casa. Le dices que sí, mientras piensas que así ganáis un mes para pensar en otra solución. Una en la que tu findededescando no peligre.
De esto hace casi cuatro meses y seguimos limpiando nosotros. Los tres: papá-mamá-hija. Y tengo que decir que he descubierto un extraño placer en todo esto. Es como si el hecho de hacernos cargo de nuestra casa, me hiciera sentir mejor. Requiere un esfuerzo, claro. Y tengo que luchar contra mi propia pereza (que no es poca). Pero se ha convertido en un momento de trabajo en equipo del que todos estamos aprendiendo.
Cada uno tiene sus propias responsabilidades asignadas y nos estamos haciendo expertos en cada una de nuestras "áreas". Hemos descubierto que juntos formamos un gran equipo. Que si todos trabajamos con las mismas ganas, acabamos pronto y podemos seguir dedicando tiempo a hacer las cosas que más nos gustan o a no hacer nada. También somos más responsables intentando ensuciar menos.
Además, resulta que si friegas y barres en "modo automático", en una obligada desconexión de las tecnologías, la limpieza se convierte en un momento magnífico para pensar, buscar soluciones o simplemente dejar volar la imaginación.
Amancio, tienes que probarlo!